domingo, 20 de enero de 2013

Fragmentos (VIII)

En ciertas ocasiones, una misma sensación puede ser provocada tanto por algo agradable como por algo desagradable. Besos en el cuello, caricias en la espalda. Recuerdos cristalinos. Querer decir sí, pero decir no; querer decir no, pero decir sí; querer decir algo y no decir nada en absoluto. Un rayo helado atraviesa el pecho, eriza la piel, y deja un rastro agridulce de decepción ya anticipada. Escalofríos que se transforman en calor; escalofríos que te paralizan. Hielo en las entrañas que se esparce por todas las ramificaciones del sistema circulatorio, llegando apenas perceptible a la superficie. Ese frío que al principio duele, pero que acaba reconfortando. Todo el vello erizado, esperando más, ansiando el porvenir.



miércoles, 9 de enero de 2013

Sorpresas

Es impresionante la capacidad de las personas de sorprender. Cuando crees que conoces a alguien a fondo, resulta que cambia total y radicalmente su forma de actuar, de dirigirse a ti, de tratarte. Entonces te empiezas a cuestionar qué es lo real. En qué momento lo que viste fue real y lo que ves ahora es falso, o al revés. Toda la seguridad que antes tenías desaparece, y tu confianza también, pero no en esta o aquella persona, sino tu confianza sobre el mundo de las relaciones humanas. Y yo que creía que me gustaban las sorpresas.

Estamos tarados. Todos. Todas y cada una de las personas tenemos taras psicológicas, más grandes o más pequeñas, pero las tenemos. Eso no quiere decir que estemos locos, es algo natural, nadie se salva de este destino, y el que diga que no es que no se conoce a sí mismo. La locura llega en el momento de manejar esas taras. Si no sabemos controlarlas, ellas nos controlarán a nosotros. Una persona puede tener baja autoestima, es una tara, pero mientras no pase de ahí no hay problema. En cambio, una persona con mayores desórdenes mentales, convierte esa autoestima en un trastorno de la alimentación, o en agresividad hacia los demás o vaya usted a saber en qué. Eso sí es un problema.

Incluso aquello que creemos bonito, como el amor, puede convertir una tara en una locura aberrante. Cuando a través del amor alguien se asfixia, porque no sabe vivir sin él, porque el miedo a estar solo es superior a lo que puede manejar, hace muchas tonterías que califica de actos románticos, pero sólo son actos enfermizos. He visto el deterioro con mis propios ojos, he visto esa transformación dolorosa, y es atroz. Y el hecho de verlo, saber lo que pasa, y no poder hacer nada para ayudar a esa persona es muy frustrante.

Cada vez más, se va afianzando en mi ser la convicción de que dependemos única y exclusivamente de nosotros mismos. Cuanto antes aprendamos esta lección, menos nos dolerá. No quiero pasar por que mis defectos me dominen y se conviertan en mis fantasmas. No quiero ir buscando a alguien que complemente lo que me falta porque yo no supe controlarlo y necesito una muleta en la que apoyarme.

Siempre he amado las navidades, porque en mi familia siempre hemos sido felices, pero este año estaba ausente, como si las navidades estuviesen pasando a mi lado, pero al otro lado de la pared, lejos de mi alcance; yo las sentía, pero lejos. No he salido a comprar regalos, no he puesto villancicos, cuando me he reunido con la familia no se sentía igual. No he hecho propósitos de año nuevo. Total, ¿para qué? Si luego no los cumplo. Aunque sí me he dado cuenta de que tengo una resolución, que no tiene que ver con estas falsas ilusiones de cambiar el rumbo de tu vida por tres deseos que hagas tomándote las uvas. Quiero ser yo misma, sola, poderosa, capaz. No quiero depender de nadie para poder disfrutar de mi vida. Creo que estoy creciendo como persona. Voy a identificar mis taras y las voy a intentar corregir y controlar lo máximo posible. 

Igual estoy equivocada, pero creo que si cada persona se centrara más en mejorarse a sí mismo en lugar de criticar a los demás por sus fallos, todos viviríamos más felices. Siempre habrá víboras emocionales esperando a atacar cualquier punto débil, pero lo importante es que no los tengamos, o, si los tenemos, que estén bien ocultos y sean inalcanzables para los demás.

No siempre ayudo a todo el mundo. Soy una persona que prefiere concentrar sus energías en pocas personas pero ayudar bien, que intentar ayudar a mucha gente de manera que deje que desear. Pero ayudo, y estoy un poco cansada de que la mayoría de mis esfuerzos se vayan por la borda, ya que la gente suele no apreciar lo que se hace por ellos, como me han demostrado ya en múltiples ocasiones. Y cuanto más te vuelcas en alguien, menos lo aprecia. He decidido ayudarme a mí misma, he decidido ser mi prioridad, y, después, vendrá la ayuda a la gente que se lo merezca y lo valore. Pero me he hartado de tirar mis fuerzas en saco roto. Y que me digan egoísta si quieren, me da igual.

A partir de ahora camino por mi ruta, por la que yo elija en cada momento, no por la que me obliguen a seguir. No tengo que demostrarle nada a nadie, sólo a mí misma. Empiezo con la cabeza alta y la conciencia tranquila. Estos meses de dolor se han acabado.


Que cada uno se ocupe de su propia felicidad.