domingo, 22 de abril de 2012

Fragmentos (III)

Llegó un momento en que no pudo más, y todo lo que estaba establecido, toda la seguridad y estabilidad, se quebró en finos fragmentos de cristal que atravesaban su carne. Sus pensamientos se desmoronaron como un diente de león en un día de viento, y no pudo más que ver cómo sus ideas se desparramaban sin control y sus nervios cedían con ellas. Por un momento sólo sintió la inmensidad del vacío y la soledad más violenta, pero al segundo todo se le vino encima y sintió como el aire no podía entrar por su garganta. Durante unos instantes peleó por respirar, y cuando por fin lo consiguió las lágrimas empezaron a salir a borbotones y su cuerpo empezó a convulsionarse por la dificultad de conseguir aire. Aunque parecía duro y cruel era lo mejor que podía pasar; en ese momento su mente empezó a relajarse y toda la tensión salía poco a poco. Él no podía soportarlo más y la rodeó con sus brazos, envolviéndola y recogiendo sus pedazos. Por fin dejó de llorar y mientras él acariciaba su melena despeinada pudo descansar contra su pecho, escuchando los latidos fuertes y regulares que la devolvían a su rutina.


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