sábado, 13 de octubre de 2012

Yo

Algo de lo que más te puede sorprender en esta vida es tú mismo. Uno cree que se conoce hasta que se da cuenta de que ha hecho algo que no se creería si se lo hubieran contado unos meses antes. Toda mi vida he pensado que me conocía muy bien, que tenía unas convicciones muy sólidas, pero ya no estoy tan segura. Los últimos meses han estado llenos de caos, me he reído hasta llorar y he llorado hasta dormirme. Han pasado situaciones buenas y malas, pero aún así, sé que todo esto me enriquecerá como persona, porque son nuestros errores los que nos fortalecen. No sé que ganaré con esto, no sé que conservaré de mi anterior yo, pero sé que mejoraré. No puedo decir que soy una chica que ama la música y la literatura, y que soy romántica hasta la médula, que lo soy, pero no soy sólo eso. No puedo reducir mi existencia a cuatro frases, a diecisiete adjetivos y a tres fotos. No sé hacer eso, si no puedo ni entenderme a mí misma, ¿cómo voy a resumirme así? ¿De qué va a servir a nadie que no me conozca ya que diga que mi color favorito es el morado? ¿De qué va a servir que explique a nadie mis motivos y mis razones de actuar? Cada persona es un mundo, no se puede reducir a una persona a ese nivel. Nunca llegamos a conocer a nadie del todo, siempre se guardará sus deseos más íntimos, sus miedos más irracionales, siempre se guardará aquello que no es capaz ni de reconocerse a sí mismo. Si tenemos suerte podremos ver un poco más allá del boceto de cada uno.


Sólo podemos aspirar a tener relaciones estrechas y duraderas con personas con las que hemos conectado de manera especial, en cualquier sentido que una relación pueda tener. Queremos etiquetar todo, queremos saber exactamente qué es cada cosa, queremos tenerlo todo bajo control... pero el que piense que puede conseguir eso es un iluso, como yo lo he sido. Ni siquiera la persona a la que creía que me había mostrado más abiertamente sabe lo que hago ni porqué lo hago. Le explico las cosas una y otra vez, pero no lo comprende. No sé si es porque yo no me explico o porque él no quiere entenderme. No hay culpas, no hay culpa para nadie, pero estamos así, y se me han acabado las explicaciones. No puedo justificar cada uno de mis actos, cada uno de mis pensamientos y cada uno de mis movimientos, porque no lo hago ni conmigo misma, y es agotador. No puedo examinar todo al milímetro y exponerlo de manera clara e inequívoca, porque mi cabeza no da más de sí. Me importaba mucho que él entendiera mis motivos, que pudiese llegar a entender que nunca quise hacerle daño, pero no puedo seguir dando explicaciones, y si no lo comprende ya, no va a entenderlo por más que se lo diga. Si al final, después de todo este tiempo juntos piensa que soy una persona horrible y que ni me importa ni me ha importado nunca ya no le voy a intentar hacer cambiar de parecer, que piense lo que quiera.

Yo sólo soy responsable de vivir mi vida, ya no me importa que los demás me juzguen, que hablen a mis espaldas, que me deseen el bien o el mal. No me voy a justificar más, porque todo el mundo comete errores. Nadie es bueno, nadie es malo. Somos personas, hacemos cosas buenas y malas, porque somos humanos, porque somos imperfectos por naturaleza. Yo siempre he intentado hacer lo mejor que estuviese en mi mano, y, aún así, he cometido errores como el que más. No es que vaya o no a consentir que nadie me diga que soy mala, simplemente es que me va a dar igual lo que digan. Yo sé lo que he sentido, cuales han sido mis intenciones y mis pensamientos, y viviré en paz con ellos.


1 comentario:

  1. Las malas acciones no se miden por el hecho sino por las intenciones. Podemos equivocarnos, pero mejor arrepentirse por lo que uno ha hecho que no estar toda la vida cuestionándonos que habría pasado. Estamos en esta vida para ser felices y nadie lo hará por ti.

    ResponderEliminar