sábado, 10 de noviembre de 2012

Reflexiones (III)

Como todo aquel que me conozca un poco sabrá, llevo una época bastante agitada. Debido a ello, siento últimamente mucha necesidad de hablar y compartir mis vivencias y sentimientos con mis amigos, pero sobre todo con amigas que están pasando por situaciones complicadas parecidas a la mía. Paso mucho tiempo hablando con ellas, y nos aconsejamos mutuamente, aunque a veces parecerá un poco absurdo, como si dos locos intentaran demostrarse el uno al otro como actuar con cordura. Muchas veces hablamos y nos contamos lo que nos pasa una y otra vez intentando encontrar explicaciones que no van a aparecer por muchas vueltas que les demos, pero parece que, como un mantra que se repite sin cesar, eso nos calma, y el solo hecho de contarlo nos libera un poco de su peso. 

En otras ocasiones, nos damos consejos que sabemos que nosotras mismas no podemos cumplir, aunque deberíamos, por eso los damos a nuestras amigas, para que ellas sean más listas que nosotras, hagan lo que deben hacer y no sufran; pero al final ninguna lo hace. Tenemos algo que nos impide hacer lo que sabemos que deberíamos, es demasiado complicado controlar los sentimientos. Hoy le he dicho esta frase a una de ellas: "Haz lo que te diga tu corazón, porque por mucho que intentes negarlo acabarás haciéndolo; si te sale bien, estupendo, y sino, ya sabes dónde me tienes". Al escribirla, me he dado cuenta de que es lo que todas hacemos; nos decimos que vamos a ser fuertes, a hacer lo que más nos conviene, pero al final cedemos ante los sentimientos, así que mejor no luchar contra ellos. 


Es curioso que el ser humano se define como animal racional. Bien es cierto que pensamos, hablamos, creamos, etc., pero a la hora de sentir... eso es otro cantar. ¿Cómo podemos definirnos como racionales cuando no podemos controlar lo que sentimos? Hay algo dentro de nosotros que nos controla a un nivel primitivo, nuestras hormonas, nuestro miedo, nuestros deseos... no podemos ignorar todo eso por mucho que lo queramos. Podemos fingir que lo controlamos, pero dentro de nosotros, aunque no lo reconozcamos, algo más básico nos puede. Bajo nuestra apariencia dura y autosuficiente hay un pequeño rincón que necesita ser besado y abrazado con cariño; o un pequeño niño que necesita que su madre le diga que todo va a salir bien; o un autoestima que necesita crecer a base de apariencias y reconocimiento falso; o cualquier necesidad o defecto que tengamos, que va más allá de nuestro alcance y, al final, nos acaba dominando.

Lo cierto es que no sé cómo habría llevado todo esto sin el apoyo de la gente que me rodea. Esta entrada se la dedico en especial, aunque no exclusivamente, a mi noria, mi pececillo, mi patito y mi princesa bultos, que me estáis apoyando más que nadie. Gracias a todas por estar ahí, os quiero muchísimo. Os dejo esto que he leído por ahí, aunque no encuentro quién lo escribió:

Un día el Amor y la Amistad se encontraron. Preguntó el Amor "¿Para qué existes si ya existo yo?. Y la Amistad contestó "Para traer una sonrisa cuando tú dejas lágrimas".


No hay comentarios:

Publicar un comentario