viernes, 28 de octubre de 2016

Carta a mi primer amor



Hace un par de años me apunté a una especie de cadena de favores y fuiste una de las personas que quería recibir un favor. Las condiciones eran que no sabías cuándo ni cómo, yo tenía que hacer algo por ti, una sorpresa de algún modo (un detallito, una visita, una carta…). Dado que estás a miles de kilómetros de aquí, esta carta es mi regalo para ti.

Han pasado muchos años desde la última vez que te vi, y he pasado por muchas experiencias en la vida desde entonces, pero quería darte las gracias, porque creo que gracias a que la relación que tuvimos fue sana, no he tenido problemas para relacionarme con otras personas que vinieron después de ti.

Esto puede parecer una tontería, pero, desde que estoy metida en el movimiento feminista, me estoy dando cuenta de todo lo que condiciona nuestras vidas y nuestras relaciones. Está claro que una relación adolescente tiene muchos fallos y que según vamos creciendo vemos las cosas con más claridad, pero, dentro de lo que cabe, nuestra relación fue buena. Aún con los impedimentos que tuvimos que sufrir, conseguimos llevar una relación de un año y pico (si me hubieras preguntado por aquel entonces sabría decirte hasta los días, pero 14 años después no me acuerdo de tanto) de una manera respetuosa y con cariño. Junto a ti, viví hitos muy importantes en la vida amorosa de una persona (el primer amor, el primer beso, la primera vez…), y, después de todo este tiempo, si me dijeran que describiera esos momentos con una palabra diría “dulce”, porque las cartas, las llamadas, el tiempo que pasamos juntos… todo lo que vivimos lo recuerdo así. Está claro que el tiempo suaviza los recuerdos, pero sé que no tuvimos grandes discusiones, sé que no hubo comportamientos tóxicos, y sé que todo lo que hicimos fue consensuado y sin que nadie forzara a nadie a nada. Incluso la ruptura fue pacífica, porque sabíamos que no podíamos soportar más esa situación, esos kilómetros.

Después de ti, han pasado otros hombres por mi vida, pero de las otras relaciones aprendí más cosas que no quería para mí de las que sí quería. Restaron. Con la relación que tuvimos aprendí cosas que sí quería en mi vida. Sumaste. Ahora tengo la suerte de estar en una relación que suma, y todas las experiencias que viví me han hecho ser una persona que también suma para la otra parte (o eso creo). Supongo que todas las personas pasan por relaciones que suman y que restan, pero yo tuve la suerte de que mi primera relación fuese positiva. Una primera relación configura mucho la vida amorosa de una persona, y en eso es en lo que tengo que darte las gracias. Porque me trataste bien. Sí, aunque suene a tontería de nuevo, aunque parezca de sentido común que tenemos que tratar bien a los otros seres vivos que nos rodean, no todo el mundo hace eso. En otras relaciones me he sentido minusvalorada, engañada, frustrada… Cuando se suponía que para mis parejas en ese momento yo era una de las personas más importantes de su vida y, por lo tanto, era de esperar, era de sentido común, que me trataran bien y no siempre fue así. Tampoco estoy diciendo que todo sea blanco o negro, bueno o malo. Está claro que si estuve con esas personas era porque me aportaban algo en ese momento, pero el conjunto fue negativo. Y nuestra relación, en cambio, fue buena.

Aunque sé que estás lejísimos y que apenas hemos hablado en estos 14 años desde que nuestra relación se acabó, sé que eres una persona con la que puedo hablar sin problema si nos apetece, y sé que si un día nuestros caminos se cruzan en ese raro trayecto Bilbao-China-Madrid, podremos sentarnos juntos a tomar un café, ponernos al día y contarnos nuestras aventuras.

Además, mis padres me enseñaron que es de bien nacidos ser agradecidos. Así pues...

Muchas gracias, Íñigo.

Con cariño,

Ana


P.d.: Aún tengo guardadas todas tus cartas, atadas con un lazo rojo, como buena romántica que soy, ja, ja, ja.

viernes, 8 de julio de 2016

Quiero gritar

Porque no sé qué va a ser de mi vida en dos años. Porque no sé qué va a pasar con este país en el que vivo, al que a veces amo y al que veces odio con todo mi ser. Últimamente lo odio más que otra cosa. Un país no es nada. Un país es la gente que lo habita. No podemos echar la culpa de lo que nos pasa a un país, porque un país no tiene responsabilidad, porque no es nada. Y la gente de mi país me decepciona más que otra cosa. Sí, a veces tienen sus puntos bonitos, solidarios, amables y buenos. Pero últimamente sólo veo miseria. Sólo veo mierda por todas partes. Veo machismo, veo racismo, veo homofobia, veo gente egoísta, veo políticos que no trabajan para solucionar los problemas, sino que sólo quieren enriquecerse a costa de los imbéciles que confiamos en ellos, o que no nos queda más remedio que seguir sus malditas normas. Y yo quiero gritar y patalear, y quiero hacer ver a la gente que su pasividad sólo nos condena. Que conformarse con lo que hay porque lo que puede venir pueda ser peor es aceptar que nos maltraten. Que tenemos que tomar las riendas porque no hay país. Porque nosotros somos el país. No son ellos; ni los políticos, ni los hombres que se creen superiores a las mujeres, ni los blancos que se creen mejores que los negros, chinos o árabes, ni los heterosexuales que se creen mejores que los gays, lesbianas, transexuales o de cualquier otra preferencia para querer a quien les salga de la punta del nabo o del chocho o de lo que les de la gana tener, que a usted qué cojones le importa lo que haga cada uno en su cama. Porque ya basta de que nos pisoteemos entre nosotros. Ya basta de que nos hagan odiarnos y pelearnos entre nosotros, cuando los poderosos son los que se quedan la mayor parte del pastel y la mayoría de la población vive con menos que más. Ya está puto bien. No puedo más con esta sociedad de mierda. Con este país de mierda que somos nosotros, que lo hacemos así. Y me hinchan las narices los seguidores acérrimos de un partido político. ¿Es que os da de comer? Obviamente a los dirigentes sí, pero ¿a nosotros? ¿A los curritos de toda la vida? No, que los que estamos currando por 4 duros somos nosotros, oiga, y 2 se los quedan en impuestos. ¿Qué es esa mierda de ser un puñetero fanático de un partido? Hay que ser crítico, y si el partido al que has votado te está jodiendo pues lo reconoces y te quejas y les exiges, no lo justifiques para tener la conciencia limpia y no sentirte mal con lo que votaste. Que los que votamos lo hacemos confiando en que lo que nos prometen con esas endulzadas promesas electorales se convierta en realidad como si las hiciera el hada madrina de Cenicienta, pero resulta que los políticos luego hacen lo que quieren y no cumplen. Esto tampoco quiere decir que vote cada uno así al tuntún porque todos tienen bonitos ideales. Tampoco hay que ser imbécil, mire. Que hay que informarse al menos un poquito. Pero que ya está bien de amar y justificar a un partido politico como si fuera un equipo de fútbol. Que si uno vota a un partido un año y a otro en otras elecciones no es ser chaquetero. Es informarse y votar lo que se cree mas conveniente, cojones. Que parecemos subnormales con las fidelidades políticas. Y quiero gritar no sólo por eso. Es todo, mire donde mire hay injusticias y estoy tan harta que quiero gritar, pero de verdad. Que a la próxima persona que me intenté justificar un comportamiento machista/racista/homofobo voy a dejar de hablarle por no partirle su estúpida cara. Y no quiero irme del país, no quiero irme lejos de mi familia y amigos, pero si esto sigue así igual me tengo que ir. Tengo la sensación de que esto es insostenible y que va a reventar por algún lado. Y tengo la sensación también de que muy poca gente se da cuenta de que esto es insostenible y va a reventar por algún lado, y sólo veo gente pasiva, y yo quiero hacer algo. Algo que no sea gritar. Quiero mejorar esto, pero no sé cómo, y eso me frustra más, y me hace querer gritar más. Argh.

Y sí, he escrito esto tal cual me ha salido, y no, no voy a corregir los tacos, ni las redundancias, ni nada, que si la vida es así pues así la digo. Y a tomar por culo todo.


miércoles, 15 de junio de 2016

Papá, mamá, no quiero ser una princesa.

Papá, mamá, siento decepcionaros si queríais una pequeña princesita adorable, pero yo no soy eso. He pasado muchos años queríendo serlo, viendo modelos de conducta por todas partes que me empujaban a ser amable, sonriente, dulce, cariñosa y a no molestar mucho, si podía ser. Las niñas, las chicas, las señoritas (no digamos mujeres, que suena muy adulto y sin gracia), tenemos que ser esbeltas, gráciles, guapas, aseadas, bien peinadas y maquilladas, con un aura que desprenda fragilidad y gracia por todas partes. Tenemos que ser un adorno, y tenemos que querer serlo. Miles de influencias nos lo gritan a la cara desde que somos pequeñas; incluso antes de nacer ya nos están comprando ropa rosa, no vaya a ser que nos vistan de otro color y parezcamos un niño.

Eso no quiere decir que rechace de plano todo eso. Se puede ser amable, sonriente, dulce y cariñosa, no hay problema en ello. Pero eso no quiere decir que haya que ser así todo el tiempo. Yo me considero una persona amable y cariñosa, pero también tengo mucho carácter, digo lo que pienso y lucho por lo que quiero. Ahí hay un conflicto con el ideal princesil. Y ese conflicto lo he sufrido toda mi vida, porque en cuanto una niña/chica/señorita saca un poco de nervio, resulta que es una marimandona, o una borde, o cualquier otro calificativo despectivo. Porque una princesa tiene que ser un ser hermoso y pasivo, no puede ser decidida, no puede pensar, no puede tener carácter, no puede destacar y no puede cuestionar las órdenes. Tiene que seguir el protocolo marcado, y, si lo incumple, chirria y hace que todo el mundo la mire con desprecio para que se arrepienta y vuelva a ser una princesa impecable.

No me maquillo. No lo hago porque me da pereza y luego siento la cara rara. El maquillaje me pica, me molesta, y no me parece que el esfuerzo de ponérmelo y llevarlo merezca la pena. Sí, me veo más guapa si me maquillo porque eso es lo que nos hacen deglutir una y otra vez desde la publicidad. Pero ¿por qué tengo que ser más guapa (si es que el maquillaje de verdad es bello)?¿Con qué fin?¿Para quién? Si es para mí, la verdad es que yo prefiero ir con la cara lavada, mucho más a gusto. Si es para complacer a los hombres entonces no me interesa. Al hombre al que le tengo que gustar ya le gusto lavada, despeinada y recién despierta. No soy un adorno, ni yo ni ninguna mujer. La que se maquille porque a ella le guste bien por ella, pero a las que no nos gusta ¿por qué tenemos que hacerlo? Quien dice maquillarse dice depilarse, matarse en el gimnasio o sin comer para estar delgada, llevar tacones o ropa incómoda para ir sexy o elegante o ambas cosas, maltratar el pelo con miles de productos para darle color o una forma específica... Lo mismo me da, básicamente cualquier tipo de actividad para cambiar lo que somos por naturaleza. Como toda buena princesa tiene que hacer para estar impecable.

No quiero ser princesa. No quiero comportarme todo el rato pensando en lo que van a pensar los que están a mi alrededor. Quiero poder decir lo que pienso y que se me escuche, quiero poder reirme a carcajadas sin que me miren como si estuviera loca, quiero poder expresar lo que siento sin que se me trate de histérica. Quiero poder llevar mis pendientes de perlas y enseñar mi tatuaje a la vez, sin que desentonen porque no encajan en un estándar social. Quiero poder decir "mama" en vez de "mamá" y no preocuparme si no suena fino. No he nacido en una alta cuna ¿y qué? Eso no quiere decir que sea peor que la gente que sí. ¿Por qué tengo que ser refinada? Ni que fuera a comer con el rey.

Ojo, que todo lo que estoy diciendo no quiere decir que no sepa comportarme. Sé diferenciar perfectamente un ambiente de otro. Pero si en mi casa y con mi familia digo muchos tacos y expresiones brutas, pues me expreso libremente y me río todo lo que quiero. Eso no quita que siempre salude, diga "por favor" y "gracias" y trate de usted a mis mayores. Eso no quita que cuando esté en mi lugar de trabajo sepa comportarme de manera profesional. Pero que en la intimidad familiar diga alguna burrada no me quita valor. Ni que no encaje con el estándar de mujer perfecta me quita valor. Y soy mujer, y me gusta, pero odio que por no ser perfecta me quieran hacer sentir menos mujer. Soy MUJER, me gusta y nadie me va a quitar eso. Y no, no soy una princesa. Y sí, soy cisgénero, heterosexual, blanca y no tengo ningún tipo de minusvalía pero creo que las mujeres que no coinciden con esto también son mujeres, y no son menos femeninas por ello. Porque la feminidad no es ser perfecta, no es ser un adorno, y no es encajar en un estándar social. Y a ninguna mujer deberían hacernos sentir menos mujer por no encajar con ese estándar.

Cerca ya de la treintena, por fin me he dado cuenta de que lo que quiero ser es una amazona, no una princesa.