martes, 9 de febrero de 2021

Cambio de perspectiva

Llevo viviendo sola algo más de un año. Ayer me di cuenta de que ahora paso mucho tiempo en el suelo. No es muy habitual sentarse o tumbarse en el suelo, lo más común es sentarse en una silla, un sofá, un sillón. Tumbarse en la cama. Para eso están ¿no? Recuerdo que, cuando mi hermano y yo éramos pequeños, al hacer esas cosas de crios como era jugar con los muñecos sentados en el suelo, a veces aprovechábamos y nos tumbábamos. Mi padre nos decía "si estáis en el suelo os pueden pisar". Yo lo imaginaba como una regla de la selva, como una advertencia, como si al tumbarnos en el suelo pudiese aparecer cualquiera y tuviera carta blanca para pisarnos a su gusto, sin que pudiera haber represalias, porque éramos nosotros quienes estábamos incumpliendo el protocolo, el acuerdo no escrito de que si estás en el suelo te arriesgas a morir pisoteado. Algún pisotón nos llevamos, en broma, claro.

El caso es que ayer me di cuenta de eso, de que paso tiempo en el suelo. ¿Por qué? Bueno, me levanto, y como no dejo dormir a las gatas conmigo porque no me dejan descansar, cuando salgo están deseando que les haga caso y las acaricie, así que me siento un ratito en el suelo con ellas, para que se suban a mi regazo a amasarme, mientras escucho un resumen de las noticias. También, con todo esto de la pandemia y el confinamiento del año pasado, cuando no se podía salir a la calle, cogí la costumbre de tomar un poco el sol en casa, cuando las nubes lo permiten, así que sé a qué hora pasa el sol por mi cocina, de manera que puedo extender mi esterilla de yoga y tumbarme a hacer la fotosíntesis un ratito. Además, aunque esto lo empecé antes del confinamiento, me tiraba al suelo para hacer parte de mi rutina de ejercicio. O si quiero estirar la espalda, o si quiero apoyar las piernas en la pared para relajarlas un poco. Y así me encontraba, panza arriba, con las piernas apoyadas en la pared, mirando Instagram mientras las gatas se me subían por encima, cuando oí a mi madre muy vivamente en mi cabeza diciéndome "pero ¿qué haces en el suelo?". Como es obvio, no la oí, me lo imaginé, pero sé que es justo eso lo que me habría dicho si me hubiera visto. Y como ahora vivo sola y nadie me dice nada, pues me da igual lo que dirían si me vieran y paso más tiempo ahí. 

Un día leí, no recuerdo ni cuándo ni a quién, que a veces, cuando te estancas, tienes que cambiar la perspectiva. Y es cierto que las cosas se ven de otra manera. La ventana por donde entra el sol, los muebles de la cocina acechando desde el techo, la gigantesca nevera. Pero también puede una estar cómoda en lo desconocido. Cada vez más.