sábado, 7 de diciembre de 2019

Ave fénix

Hace más de tres años que no escribo en este blog. Tiene sentido para mí, son tres años de vivencias personales que me han tenido atrapada en una especie de no vivencia. No quiero decir que no haya vivido nada en este tiempo, es más bien que no he vivido demasiado. Mi vida ha ido avanzando, pero a la vez se ha quedado en una especie de stand by, como una burbuja congelada con poco aire dentro, como un arroyuelo que avanza muy despacio por su escaso caudal.

He tomado una decisión difícil y dolorosa, pero creo que necesaria. En este tiempo me he quemado, me he ido difuminando, asfixiando y convirtiendo en ceniza poco a poco. No es culpa de nadie, tampoco mía. Solo es.

He estado releyendo mi pobre y abandonado blog, y he descubierto esta entrada de hace siete años que es absolutamente vigente para mí en este momento: Reflexiones (III). Se la he enviado a mi mejor amiga y me ha dicho "Ana, ¿escribiste esto para nosotras? No hemos aprendido una mierda. Un mensaje para ti y para patito de dentro de siete años", y nos hemos estado riendo un rato. En ese sentido, somos iguales a entonces. Aun así, sabemos que hemos madurado, hay otras cosas que nos lo demuestran. Ahora afrontamos los problemas de otra manera, más de frente, ya no nos escondemos.


Esta decisión que tomé hace unos días no la habría podido tomar hace unos años, por aquel entonces. Y lo he hecho, y me siento más fuerte, porque es una decisión difícil, pero sé que la tomo porque, aunque ahora duela, es algo que va a reportar un bien mayor con el tiempo a dos personas. Y me siento orgullosa de mí misma, de tener unos valores fuertes y seguirlos, tratando de hacer el menor daño posible. Y me siento empoderada, por decir las cosas como las siento, sin andar con juegos de niños. Y me siento valiente, por no esconder lo que siento, por exponerme, pero sabiendo que no hay nadie que me pueda hacer más daño que yo misma. Y he decidido no hacerme más daño, y vivir más.

Mi padre siempre ha llamado a mi hermano campeón como apelativo cariñoso. A mí, princesita. Sé que no tenía mala intención, sé que eran apelativos cariñosos y aprecio su amor al decírnoslos, pero ya no puedo evitar ver el sesgo de género que va en ellos. Y ahora yo soy mi propia campeona, y me voy a levantar aunque haya caído, porque sé que soy fuerte, y porque por fin estoy empezando a darme el valor que merezco. Porque llevo años tirando de carros y carretas, propios y ajenos, y no me he concedido ni eso. Y he aprendido que no hay que dar las gracias solo a los demás, que también tenemos que cuidarnos y agradecernos a nosotras mismas. Así que a mí misma me digo: gracias, Ana, por pensar en ti, por ponerte en valor y por cuidarte.


"Sometimes you fall before you rise
Sometimes you lose it all to find
You've gotta keep fighting
And get back up again
My champion
Oh, my champion"

Voy a volver a nacer y me voy a levantar, como el ave fénix de sus cenizas, y voy a volver a vivir, porque llevo mucho tiempo en pausa y ha llegado la hora de volver.