martes, 31 de julio de 2012

Reflexiones (II)

Mañana me voy de vacaciones a Almería, por tercer año consecutivo. El hecho de que vaya al mismo sitio desde hace tiempo, me da la agradable sensación de tener un pueblo que nunca tuve. Cuando era pequeña, muchas de mis amigas del colegio, cuando llegaban épocas no lectivas, se iban a sus respectivos pueblos de la madre, el padre, la abuela o quien sea. Siempre me dieron mucha envidia, porque yo me quedaba aquí, o, si había suerte y ese año nos tocaba irnos de viaje, iba a un lugar donde no conocía a nadie. Sé, también, que muchas de ellas no querían ir, porque se aburrían, pero a mí me daba igual, yo quería un pueblo.


Quería tener la sensación de llegar a un sitio conocido, donde puedes ver a gente que hace tiempo que no ves, pero que te agradan. Tener tiempo para vivir despacio, quedando para tomar algo y poneros al día de vuestras respectivas vidas en la ciudad, mientras disfrutáis de la paz de un lugar retirado. Igual he idealizado la imagen de la vida en un pueblo. Y bien cierto es que Almería capital no es un lugar retirado, pero vuelvo a gente que me conoce. Supongo que, con las comodidades de la ciudad, acabaría por aburrirme, pero la sensación de pausa es buena de vez en cuando. Y la sensación de desconexión de tu vida habitual también lo es.

De momento, mañana pasaré siete horas en el tren, destrozándome la espalda, pero, cuando llegué, podré estirarme mirando el mar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario